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APÉNDICES
A)
EL SENTIDO DE LA VIDA. PESIMISMO Y OPTIMISMO FILOSÓFICO
"No
hay más que un problema filosófico
verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar
que la vida vale o no vale la pena de que
se la viva es responder a la pregunta fundamental
de la filosofía. Las demás,
si el mundo tiene tres dimensiones, si el
espíritu tiene nueve o doce categorías
vienen a continuación. Se trata de
juegos; primeramente hay que responder.
Y si es cierto, como quiere Nietzsche, que
un filósofo, para ser estimable,
debe predicar con el ejemplo, se advierte
la importancia de esta respuesta, puesto
que va a preceder al gesto definitivo. Se
trata de evidencias perceptibles para el
corazón, pero que deben profundizarse
a fin de hacerlas claras para el espíritu.
Si
me pregunto para qué voy a juzgar
si tal pregunta es más apremiante
que tal otra, respondo que pone en juego
los actos. Nunca vi a nadie morir por el
argumento ontológico. Galileo, quien
defendía una verdad científica
importante, abjuró con la mayor facilidad
del mundo, cuando puso su vida en peligro.
En cierto sentido, hizo bien. Aquella verdad
no valía la hoguera. Es profundamente
indiferente quién gira alrededor
del otro, si la tierra o el sol. Para decirlo
todo, es una cuestión baladí.
En cambio, veo que muchas personas mueren
porque estiman que la vida no vale la pena
de que se la viva. Veo a otras que, paradójicamente,
se hacen matar por las ideas o las ilusiones
que les dan una razón para vivir
(lo que se llama una razón para vivir
es, al mismo tiempo, una excelente razón
para morir). Opino, en consecuencia, que
el sentido de la vida es la pregunta más
apremiante. ¿Cómo contestarla?
Con respecto a todos los problemas esenciales,
y considero como tales a los que ponen en
peligro la vida o los que decuplican el
ansia de vivir, no hay probablemente sino
dos métodos de pensamiento: el de
Perogrullo y el de Don Quijote. El equilibrio
de evidencia y lirismo es lo único
que puede permitirnos asentir al mismo tiempo
a la emoción y a la claridad. Se
concibe que en un tema a la vez tan humilde
y tan cargado de patetismo, la dialéctica
sabia y clásica deba ceder el lugar,
por lo tanto, a una actitud espiritual más
modesta que procede a la vez del buen sentido
y de la simpatía. "
|
El
mito de Sísifo, Camus
|
|
De
todas las cuestiones que trata la filosofía pocas
son tan significativas para el ser humano como la cuestión
del "sentido de la vida", y en función de ella,
de la actitud vital que tomamos ante lo que nos rodea.
Hemos traído a un apéndice esta cuestión
porque, sin pertenecer propiamente al tema, tampoco
encontraba un lugar adecuado en los restantes temas,
más especializados. No obstante, quizá
debido al marcado carácter filosófico
de la pregunta sobre el significado de la existencia,
no nos resulte inútil del todo para entender
mejor la filosofía y, al igual que aprendemos
qué es un filósofo o qué es una
obra filosófica atendiendo a los antiguos filósofos
o a las obras consagradas (en lugar de limitarnos a
una definición "oficial" de filósofo extraída
de un diccionario), de la misma manera, el sentido de
la vida bien podría convertirse en paradigma
de la cuestión filosófica.
Las
respuestas a la pregunta sobre el sentido de la vida,
en el sentido al que se refiere Camus, esto es, qué
es lo que hace que la vida sea valiosa, suelen ser,
o bien la negativa, o bien la afirmativa, o, aunque
esto es menos frecuente, la afirmación de que
la propia pregunta carece de sentido y es absurdo buscar
una respuesta. En el caso de las dos primeras alternativas,
de las que nos vamos a ocupara aquí, se deducen
el pesimismo y el optimismo filosófico. En esta
cuestión más que en ninguna otra, ante
la peculiar disposición del filósofo (o
no filósofo) a decantarse por una u otra alternativa,
en función de su carácter y predisposición
y no de sus argumentos, nos lleva por nuestra parte
a limitarnos a exponer a un representante de cada concepción
de la vida con la esperanza de que el lector pueda identificarse
con una u otra, o con ninguna, pero enriqueciéndose
en cualquier caso con el testimonios de los filósofos.
Representante del pesimismo será Schopenhauer,
mientras que la visión optimista corre de la
mano de Bertrand Russell.
"La
satisfacción, la felicidad, como
la llaman los hombres, no es propiamente
y en su esencia más que algo negativo
; no hay en ella nada de positivo.
No hay satisfacción que de por sí
y por su propio movimiento venga hacia nosotros;
es preciso que sea la satisfacción
de un deseo. El deseo, en efecto, es la
condición preliminar de todo placer.
Ahora bien, con la satisfacción cesa
el deseo, y en consecuencia también
el placer. De aquí que la satisfacción
o el goce, no pueden ser más que
la supresión de un dolor, de una
necesidad; porque bajo este nombre no hay
que entender solamente el dolor físico,
visible, sino toda especie de deseos que
por su inoportunidad quiebre nuestro reposo,
y hasta ese hastío que mata, que
nos convierte la existencia en un pesado
fardo. Ahora bien, obtener, conquistar un
bien cualquiera, es una empresa difícil;
no hay objeto que no esté separado
de nosotros por dificultades, por trabajos
sin fin; a cada paso, en el camino hacia
él, surgen nuevos obstáculos.
Y una vez realizada la conquista, una vez
alcanzado el objeto, ¿qué
se ha ganado? Nada seguramente, si no es
haberse liberado del sufrimiento, de algún
deseo, de haber alcanzado el estado que
uno tenía antes de la aparición
del deseo."
|
El
mundo como voluntad y representación
, Arthur Schopenhauer
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|
"Al
alcanzar los ochenta años es razonable
suponer que la mayor parte de la obra de
cada uno está realizada y que lo
que queda por hacer será de menor
importancia. La parte más importante
de mi vida ha estado consagrada constantemente,
desde la adolescencia, a dos objetivos diferentes
(...) Por un lado, quería poner en
claro si es posible algún conocimiento;
por otro, quería hacer todo lo que
fuera posible para la creación de
un mundo más feliz (...) Me parece
que ni la miseria ni la locura forman parte
de la inevitable miseria del hombre. Estoy
convencido de que la inteligencia, la paciencia
y la persuasión podrán liberar,
más pronto o más tarde, a
la especie humana de las torturas que a
sí misma se ha impuesto, con tal
que antes no se extermine a sí misma.
Fundado
en esta creencia, he tenido siempre cierto
optimismo, a pesar de que, conforme he ido
envejeciendo, ese optimismo se ha hecho
más sobrio y la feliz solución
final se ha alejado mucho. Pero sigo siendo
completamente incapaz de coincidir con aquellos
que aceptan, de un modo fatalista, la opinión
de que el hombre está destinado al
sufrimiento. No es difícil descubrir
las causas de la infelicidad del pasado
y del presente. Ha existido la pobreza,
la peste y el hambre, debido al imperfecto
dominio del hombre sobre la naturaleza.
Ha habido guerras, opresiones y torturas,
debido a la hostilidad del hombre hacia
sus semejantes. Y han existido miserias
morbosas, alimentadas por credos tenebrosos,
que llevaban a los hombres a una profunda
discordia íntima que hacía
inútil cualquier prosperidad externa.
Todo ello no es inevitable. Por lo que se
refiere a todas esas causas, se conocen
medios con las que pueden ser superadas.
En el mundo moderno, si existen comunidades
desgraciadas, es porque esas comunidades
lo quieren así. O, hablando con más
precisión, porque están sometidas
a ignorancias, hábitos, creencias
y pasiones, que son más queridas
por ellas que la felicidad e, incluso, que
la vida. En nuestra peligrosa época,
encuentro muchos hombres que parecen enamorados
de la miseria y de la muerte y que se encolerizan
cuando se les habla de esperanzas. Creen
que la esperanza es algo irracional y que,
situándose en una perezosa desesperanza,
no hacen otra cosa que aceptar los hechos.
No puedo estar de acuerdo con esos hombres.
Seguir teniendo confianza en nuestro mundo,
pone a prueba nuestra energía y nuestra
inteligencia. En los que desesperan, con
mucha frecuencia, es la energía la
que les falta (...)
Bajo
el fardo de mis fracasos, soy consciente
todavía de algo que considero una
victoria. Es posible que haya concebido
incorrectamente la verdad teórica;
pero no estaba equivocado al pensar que
existe tal cosa y que merece que seamos
fieles a ella. Puedo haber creído
que el camino hacia un mundo de seres humanos
libres y felices era más corto de
lo que realmente es; pero no estaba equivocado
al pensar que es posible ese mundo y que
merecee la pena vivir con la idea de acercarnos
a sus límites. He vivido persiguiendo
una visión personal y una visión
social. La personal: amar lo que es noble,
lo que es bello, lo que es benévolo,
permitir los arrebatos de intelección
que ofrezcan sabiduría a tiempos
más mundanos. Social: ver con la
imaginación la sociedad que debe
ser creada, donde los individuos se desarrollen
libremente y donde el odio, la codicia y
la envidia se extingan porque no exista
nada que pueda alimentarlos. Creo en estas
cosas, y el mundo, con todos sus horrores,
no ha podido conmover estas creencias."
|
Retratos
de Memoria , Bertrand Russell
|
|
Presentadas
ambas perspectivas, es conveniente hacer ciertas observaciones
que faciliten, en la medida de lo posible, los juicios
que hagamos sobre ambas maneras de ver el mundo.
Por
un lado, es frecuente vincular el pesimismo y el sufrimiento
con una mayor profundidad, mientras que el gozo, el
entusiasmo y la alegría de vivir suelen ser tachados
como superficiales. Augusto Monterroso se refiere al
mismo fenómeno de la siguiente manera
"...
la literatura está más hecha
de lo negativo y de lo adverso y, sobre
todo, de lo triste. El bienestar, y específicamente
la alegría, carecen de prestigio
literario, como si el regocijo y los momentos
de felicidad fueran espacios vacíos,
vacíos y por lo tanto intransferibles,
de los que el verso y la prosa serían
malos portadores. Parecería que sólo
los bobos están contentos y que hay
que evitar a toda costa mostrarse tonto;
el genio, en cambio, se presenta siempre
como profundamente preocupado, cuando no
sumido en el dolor y la incomprensión.
Si declaro que me encuentro bien y feliz,
a nadie le importa; aparte de que la declaración
misma de felicidad tiene algo de insultante;
debo decir que estoy mal, o triste, para
que mi posible lector tenga a quien compadecer
y se alegre y acaso hasta me perdone que
sea yo el que escribe y él el que
lee. Los románticos salvaron a Cervantes
del olvido cuando descubrieron que su libro
era un libro triste. "
|
Tríptico
, Augusto Monterroso
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Puede
verse un debate al respecto en el foro de filosofía:
http://www.webdianoia.com/forum
Tal
punto de vista al que se refiere Monterrosso no puede
ser aceptado sin un análisis más detallado,
aunque eso nos llevaría a entrar en cuestiones
psicológicas, más que filosóficas.
No obstante algunos filósofos han apuntado certeramente
algunos de los factores decisivos. Así, leemos
en la Ética como amor propio , de Fernado
Savater:
"Quizá
fue Rousseau quien indicó mejor la
raíz del interdicto contra el placer
a causa de la pérdida de sociabilidad.
En su Emilio señala Rousseau
que lo antisocial del placer es que contraría
el amor propio de quien lo contempla como
espectador, bien sea porque produce envidia
o bien porque hace ostensible que el gozador
no nos necesita, lo que provoca en el azorado
contemplador una sensación molesta
de inexistencia o de "estar de sobra". Como
de hecho mi amor propio se alimenta por
la dependencia del otro respecto a mi buena
y supuestamente "desinteresada" voluntad,
verle gozando, es decir, ver que no me necesita
(aunque sea por el momento) y que no puedo
hacer nada por él, hiere narcisísticamente
mi ego(centrismo). (...) En cambio, el dolor
nos vincula medularmente al prójimo,
porque le pone literalmente en nuestras
manos . "Es en las penas de los otros
donde mejor vemos la identidad de nuestra
naturaleza" ( Emilio ). Nuestra
piedad, que secuestra al prójimo
y por ello nos lo adhiere, queda cortocircuitada
por el espectáculo de un placer que
nos obligaría a una vinculación
más generosa, más genuinamente
desprendida ."
|
Ética
como amor propio , Fernando Savater
|
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Bertrand
Russell, por su parte, constata que
"Los
hombres desgraciados, como los que duermen
mal, se muestran siempre orgullosos de ello...
Están orgullosos de su desgracia,
que atribuyen a la naturaleza del universo
y consideran que su actitud es la única
para un hombre culto... No cabe duda de
que existe una ligera compensación
en el sentimiento de superioridad y penetración
de estos sufridores, pero no es suficiente
para compensar la pérdida de placeres
más sencillos. Yo, por mi parte,
no creo que exista superioridad mental ninguna
en el hecho de ser desgraciado. El hombre
prudente será tan feliz como las
circunstancias lo permitan y si encuentra
en cierto modo desagradable la contemplación
del mundo, se dedicará a contemplar
otras cosas... Por muchos razonamientos
que se aduzcan, la razón no se opone
a la felicidad."
|
La
conquista de la felicidad , Bertrand
Russell
|
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Por
otro lado, podría parecer en un primer momento
que tanto el pesimismo como el optimismo cometen el
error de fijar su atención en un aspecto de la
realidad e ignorando el contrario; sin embargo, tal
error es más propio, me atrevo a afirmar, del
pesimismo que del optimismo. El optimista no ignora
cuanto de malo y horrible hay en la vida (el propio
Bertrand Russell afirmó " El mundo es horrible,
horrible, horrible, tienes que sentirlo profundamente
y no echarlo a un lado... tienes que sentirlo... y entonces
puedes comenzar a ser feliz de nuevo ."), sino
que mantiene su actitud a pesar de ello (por
lo tanto, teniéndolo en cuenta). Finalmente,
no conviene pasar por alto que el pesimismo, como práctica
cotidiana, tiende más fácilmente a auto-justificarse,
a generar la situación que confirma su juicio
previo. Así lo plasma Noam Chomsky, al referirse
a la situación internacional, sobre la cual se
ha convertido en uno de sus mayores críticos:
"Optimismo
y pesimismo son una cuestión de personalidad.
Si uno no intenta cambiar las cosas, puede
estar seguro de que irán a peor.
Si intenta cambiarlas, quizás habrá
una oportunidad para que sean mejores, aunque
sea pequeña. A menudo soy pesimista
y con frecuencia me equivoco."
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Como
el lector podrá apreciar, quien esto escribe
es optimista ("Qué voy a hacerle, soy feliz",
reza un verso de Neruda), así pues, termino este
apartado con dos citas más, la primera de ellas
de Primo Levi, a quien nadie puede reprocharle no haber
conocido el dolor y el sufrimiento, pensada para quien
se ve oprimido por las circunstancias y un mundo hostil.
"Todo
el mundo descubre, tarde o temprano, que
la felicidad perfecta no es posible, pero
pocos hay que se detengan en la consideración
opuesta de que lo mismo ocurre con la infelicidad
perfecta. Los momentos que se oponen a la
realización de uno y otro estado
límite son de la misma naturaleza:
se derivan de nuestra condición humana,
que es enemiga de cualquier infinitud. Se
opone a ello nuestro eternamente insuficiente
conocimiento del futuro; y ello se llama,
en un caso, esperanza, y en el otro, incertidumbre
del mañana. Se opone a ello la seguridad
de la muerte, que pone límite a cualquier
gozo, pero también a cualquier dolor.
Se oponen a ello las inevitables preocupaciones
materiales que, así como emponzoñan
cualquier felicidad duradera, de la misma
manera apartan nuestra atención continuamente
de la desgracia que nos oprime y convierten
en fragmentaria, y por lo mismo soportable,
su conciencia"
|
Si
esto es un hombre , Primo Levi
|
|
La
segunda cita pertenece a Virginia Woolf, y aunque está
escrita pensando en la emancipación de la mujer,
es válida para todo aquel cuyas cadenas residen
en su mente, por carecer de autoconfianza o por falta
de voluntad.
"Para
la emancipación de una mujer no hay
nada mejor que liberarse de los placeres
del masoquismo, y comenzar a luchar."
|
Virginia
Woolf
|
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B)
LAS GRANDES OBRAS (Texto de Karl Jaspers)
Apéndice
final de la obra La filosofía desde el punto
de vista de la existencia , escrita por Karl Jaspers
en 1949 (Traducción de José Gaos)
"Unas
pocas obras filosóficas son por el sentido del
pensamiento que encierran tan infinitas como
las grandes obras de arte. En ellas está
pensado más de lo que sabía el propio
autor . Sin duda que en todo pensamiento profundo
hay un depósito de consecuencias que no abarca
en seguida con su mirada el pensador. Pero en las grandes
filosofías es la totalidad misma la que alberga
en sí lo infinito. Es lo que hay de asombrosamente
concordante en medio de todo lo contradictorio, de tal
suerte que las mismas contradicciones resultan expresión
de la verdad. Es un entretejimiento de ideas que en
la claridad de los primeros términos dejan trasparentar
un abismo sin fondo. Son maravillas lo que se ve cuanto
más pacientemente se interpreta. Así son,
por ejemplo, las obras de Platón, las obras de
Kant, la Fenomenología del espíritu
, de Hegel -pero con diferencias. En Platón
, con la más clara conciencia la forma bien
ponderada, la perfección, el más claro
saber del método, el empleo del arte para comunicar
la verdad filosófica sin pérdida del rigor
ni plenitud del pensamiento. En Kant , la máxima
honradez, lo digno de confianza en cada frase, la más
bella claridad. En Hegel lo indigno de confianza
en el permitirse pasar de largo, pero en cambio la riqueza
de los contenidos, la fuerza creadora que muestra la
profundidad en los contenidos sin realizarla en el propio
filosofar. Éste se halla más bien transido
de violencia y falacia, tiene la tendencia a la escolástica
de los esquemas dogmáticos y a la contemplación
estética.
Los
filósofos son de índole y rango extraordinariamente
distintos. Es un destino de la vida filosófica
el que en la juventud me entregue al estudio de uno
de los grandes filósofos y a cuál
.
Puede
decirse que en cualquiera de las grandes obras está
todo. En cualquiera de los grandes se entra uno por
el reino entero de la filosofía. Penetrando a
fondo en la alta obra de una vida, conquisto el centro
desde el cual se ilumina y en el cual se refleja todo
los demás. En relación con él se
adquiere una orientación sobre la historia entera
de la filosofía, se aprende en ella siquiera
lo indispensable, surgen impresiones de las citas de
los textos originales, se presiente lo demás
que hay ahí. A consecuencia de la ilimitada profundidad
de un pasaje se practica la autocrítica sobre
la medida del saber que sólo gradualmente se
va adquiriendo de las otras creaciones filosóficas.
Al
joven le resultaría bien venido un consejo acerca
de qué filósofo elegir. Pero esta elección
tiene que hacerla cada uno por sí mismo. Sólo
cabe hacer indicaciones y llamar la atención.
La elección es una decisión esencial.
Tiene lugar quizá después de variados
intentos y tanteos. Puede experimentar su ampliación
en el curso de los años. A pesar de todo hay
consejos que dar. Uno viejo consejo es el de estudiar
a Platón y a Kant, con lo cual se habrá
alcanzado todo lo esencial. Estoy de acuerdo con este
consejo.
No
es ninguna elección dejarse arrebatar por lecturas
de las que encadenan, como por ejemplo las de Schopenhauer
o Nietzsche. Elección significa un estudio hecho
con todos los medios disponibles. Por tanto significa
un ahondar en la historia entera de la filosofía
partiendo de una de sus grandes contribuciones. Una
obra que no lleva por este camino es una elección
desventajosa, bien que al fin y al cabo toda obra filosófica
tiene que resultar fecundade algún modo si se
la estudia de veras.
La
elección de algún gran filósofo
para estudiar sus obras no significa, pues, limitarse
a él. Al contrario, al estudiar un grande hay
que fijar la vista a la vez y lo más pronto posible
en lo opuesto a él. La prevención es la
consecuencia de limitarse a un filósofo, aunque
sea el más libre de prevenciones. No sólo
no tiene en el filosofar cabida ninguna divinización
de un hombre, ningún hacer de uno el único,
ningún maestro exclusivo. Antes bien, el sentido
del filosofar está en abrirse a la verdad en
su totalidad, no como nivelada y abstracta verdad en
general, sino como la multiplicidad de la verdad en
sus altas realizaciones."
(1)
El País , 5 de diciembre de 1992.
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