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SUEÑO DE UN ENCUENTRO:
Diálogo imaginario entre Nietzsche y Borges

Idea y texto: Paula Fleisner y Mariana Sanjurjo
Basado en textos de Friedrich Nietzsche y Jorge Luis Borges


Sueño de un encuentro
presenta un diálogo imaginario entre la escritura de Nietzsche y la escritura de Borges. La conversación -leída- va y viene entre algunas de las canciones compuestas por Nietzsche. En un tiempo y un lugar inciertos, en un juego onírico de cadencia musical, estas escrituras -mujeres, tramas de máscaras que no ocultan ningún rostro- se encuentran.

La representación de Sueño de un encuentro tuvo lugar el 27 de diciembre de 2001, en la presentación del número 1 de Instantes y azares, que se realizó en Un gallo para Esculapio, Uriarte 1795.


Sueño de un encuentro

EPISODIO 2 - La escritura y los libros

BORGES: De las generaciones de los textos que hay en la tierra solo habré leído unos pocos, los que sigo leyendo en la memoria, leyendo y transformando. Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído. Pienso que las palabras esenciales que me expresan están en esas hojas que no saben quién soy, no en las que he escrito. Mejor así.

NIETZSCHE: Mejor así. Como bien sospechas, las voces de los muertos te dirán para siempre. Pero háblame de esos libros que has escrito.

BORGES:
Verás, siempre he sentido que mi destino era, ante todo, un destino literario; es decir, que me sucederían muchas cosas malas y algunas cosas buenas. Pero siempre supe que todo eso, a la larga, se convertiría en palabras, sobre todo las cosas malas, ya que la felicidad no necesita ser transmutada. He escrito varios libros, buenos o malos, pero que justifican el momento en que se escribieron. Como lector de tus libros, muchas veces he disentido con tus palabras, pero siempre lograron inquietarme y arrojarme a abismos laberínticos.

NIETZSCHE: La familiaridad con mis escritos corrompe el gusto. Sencillamente no se soportan ya otros libros, y menos los filosóficos. Quien sabe respirar el aire de mis escritos sabe que es un aire de alturas, un aire fuerte. Es preciso estar hecho para ese aire, de lo contrario se corre el no pequeño peligro de resfriarse en él. Cuando me represento la imagen de un lector perfecto, siempre resulta un monstruo de coraje y de curiosidad y, además, dúctil, astuto, cauto, un aventurero y un descubridor nato. Por lo demás, quien no sepa reír, que no lea mis libros!!

BORGES: Y ¿qué hay de los otros lectores, los prudentes y serios que se mantienen dentro de los confines seguros proporcionados por los teoremas y las causas?

NIETZSCHE:
En el fondo yo hablo únicamente para los audaces; para quienquiera que alguna vez se haya lanzado con astutas velas a mares terribles; para los ebrios de enigmas, cuyas almas son atraídas a todos los abismos laberínticos; pues ellos, allí donde pueden adivinar, odian el deducir. ¿Qué importancia tiene un libro que ni siquiera nos aleja de todos los libros? [Silencio]

BORGES: [Examina un tomo que está cerrado sobre la mesa y piensa en voz alta] Mientras no abrimos un libro, ese libro, literalmente, geométricamente, es un volumen, una cosa entre las cosas. Cuando lo abrimos, cuando el libro da con su lector, ocurre el hecho estético. Y aun para el mismo lector el mismo libro cambia, ya que cambiamos, ya que somos (para volver a mi cita predilecta) el río de Heráclito, quien dijo que el hombre de ayer no es el hombre de hoy y el de hoy no será el de mañana. Cambiamos incesantemente y cada lectura de un libro, cada relectura, cada recuerdo de esa relectura, renueva el texto. Al igual que yo con tu Zaratustra, el que lee mis palabras está inventándolas; las rehace a su imagen.

NIETZSCHE:
¡Y sin embargo cuántos libros, cuántas letras ha momificado el hombre a través de siglos de erudición y taxidermia! Hay libros que son como féretros. Hay escritores que sólo son eruditos en cosas viejas: el pasado es su botín. Ellos no son artistas, sino sepultureros. Viven su vida entre ataúdes y serrín, y maltratan las palabras hasta matarlas.

BORGES: Es que nos cuesta admitir que el lenguaje es un hecho estético. Erróneamente se supone que el lenguaje corresponde a la realidad, a esa cosa tan misteriosa que llamamos realidad. La verdad es que el lenguaje es otra cosa. Cada palabra es una obra poética.

NIETZSCHE: Estoy de acuerdo. Hace largo tiempo descubrí que el lenguaje no es la expresión adecuada de todas las realidades. Con las palabras jamás se llega a la verdad ni a una expresión adecuada pues, en caso contrario, no habría tantos lenguajes. Es indeciblemente más importante cómo se llaman las cosas, antes que lo que ellas son. Es más: basta con crear nuevos nombres, para crear a la larga nuevas "cosas". Yo sólo soy un creador de palabras; pero ¿qué importan las palabras? ¿qué importo yo? [La narradora canta. Mientras tanto Borges deja la lectura, se incorpora con la mirada perdida y se sienta sobre la mesa, mirando a lo lejos]

El texto completo puede ser leído en:

http://personales.ciudad.com.ar/f_nietzsche/instantes/borges_nietzsche.htm

 
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