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INMANUEL KANT
(Resumen)

El filósofo Inmanuel Kant (1724-1804) representa el modelo de filósofo ilustrado (como Leonardo da Vinci, por ejemplo, representa al hombre del Renacimiento). Al decir ilustrado queremos decir que considera que la razón debe ser la guía del CONOCIMIENTO, por un lado, y la guía de las ACCIONES HUMANAS, por otro (en lugar de, por poner un ejemplo, basar el conocimento en los sentidos y las acciones en nuestros sentimientos). La Ilustración y el contexto socio-cultural en el que Kant se encuentra tiene como elementos fundamentales el Deísmo (religión natural por medio de la razón en lugar de religión revelada), el surgimiento de la razón científica con la obra de Newton y el liberalismo político que supone un apología de la tolerancia y la libertad individual. .La confianza que Kant tenía en la razón se muestra claramente en su texto "¿Qué es la ilustración?", cuyo lema es ATRÉVETE A SABER.

La figura de Kant que nos ha llegado hasta nosotros ha sido en ocasiones la de un filósofo aburrido y monótono dedicado exclusivamente al estudio y que no salió jamás de la ciudad donde nació, enseñó y murió: Königsberg. Es más, se cuenta la anécdota de que tan estricta era la rutina que seguía en su vida diaria (levantándose siempre a la misma hora y cumpliendo siempre con el mismo horario) que la gente del pueblo ajustaba sus relojes en el momento en que Kant daba su paseo diario. Tan sólo una vez, al parecer, se saltó dicha rutina, en 1789, cuando se enteró de que en Francia había estallado la Revolución y fue corriendo a informarse cuanto antes de lo sucedido (ese día todo el mundo en Königsberg llegó tarde por no haber ajustado su reloj). Pero a pesar de esa imagen que se nos ha transmitido, Kant era un hombre apasionado intelectualmente y, además de compartir los ideales de la Revolución francesa, también compartía con los enciclopedistas franceses (filósofos como Diderot o D´alamber o también Voltaire) el optimismo en el progreso de la humanidad gracias a la ciencia y, como hemos dicho, sobre todo gracias a la razón.

Esta confianza en la razón se debe a la influencia que Kant recibe de la corriente RACIONALISTA (formada por filósofos como Leibniz o Wolff) que consideraba que la razón sería capaz de lograr el conocimiento universal y objetivo sin necesidad de recurrir a la experiencia, sólo a partir de conceptos filosóficos.

La corriente filosófica EMPIRISTA como la que defiende Hume, también influye en Kant, aunque su postura es muy distinta: afirma que sólo podemos conocer lo que percibimos por los sentidos (y como lo que cada persona percibe es distinto no hay forma de garantizar un conocimiento universal, válido para todos).

Kant trató de hallar una solución a este conflicto para poder responder a una de las preguntas fundamentales que él mismo se formuló "¿Qué puedo conocer?" y su respuesta, que se da en su Crítica de la Razón Pura, fue la siguiente: si bien es cierto que todo conocimiento comienza con la experiencia (como afirman los empiristas), no todo conocimiento proviene de la experiencia. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que, efectivamente, para conocer algo es necesario, en primer lugar, captarlo con los sentidos gracias a nuestra SENSIBILIDAD, esto es, a nuestra capacidad para captar el mundo que nos rodea), pero hay algo más además de lo que captamos con los sentidos, y esto es la propia estructura del entendimiento que, por decirlo de alguna manera, organiza y ordena lo que hemos recibido de los sentidos según unas determinadas categorías (si a la capacidad para captar el mundo la llamábamos sensibilidad, a la capacidad para organizar lo que la sensibilidad capta Kant la llama ENTENDIMIENTO). El conocimiento (se entiende, el conocimiento científico) es, de esta forma, una síntesis, una unión de los datos de los sentidos, por un lado, y de nuestra forma de estructurarlos y organizarlos, por otro. Si sólo tuviesemos los datos de los sentidos, dice Kant, al no estar organizados, no serían más que un caos; pero si sólo tuviésemos la estructura organizadora del conocimiento sin ninguna información de los sentidos que organizar tampoco conoceríamos nada. Estas categorías son TRASCENDENTALES, queriendo decir con ello que transcienden a los individuos, que no son exclusivas de uno sólo o diferentes en cada persona, sino que se dan en todos los seres humanos por igual.

Ahora bien, ¿es posible que la metafísica logre un conocimiento científico y seguro como el de la física? La respuesta de Kant sera negativa, porque la metafísica se ocupa de tres Ideas fundamentales, el YO, el MUNDO (como una totalidad, esto es, no se refiere a partes aisladas del mundo), y DIOS, pero ninguna de estas cosas las captamos con los sentidos, sino que son cosas que están más allá de los sentidos. Las categorías, por lo tanto, no pueden aplicarse en este caso a nada, no tienen nada que organizar o estructurar y, en consecuencia, el conocimiento científico es imposible (o cuando se intenta se llega a antinomias y contradicciones).. Esto no quiere decir, no obstante, que el yo, el mundo y Dios sean para Kant meros productos de nuestra imaginación Son Ideas que están inscritas en la propia naturaleza del hombre como referencias inalcanzables. Si el hombre es consciente de la existencia de estas Ideas es gracias a la tercera facultad, junto con las de sensibilidad y entendimiento que ya hemos visto, la facultad de la RAZÓN.

Todo lo visto hasta ahora es la teoría kantiana acerca del conocimiento con la que responde a la pregunta "¿Qué puedo saber?". Hasta ahora nos hemos ocupado de la Razón en su USO TEÓRICO, pero, afirma Kant, hay un USO PRÁCTICO de la razón (no se trata de dos razones distintas, sino de dos usos diferentes de una misma razón). El uso práctico de la razón, esto es, la razón tratando de regular la conducta, responderá a la pregunta "¿Qué debo hacer?". Esta cuestión, que está trada en la obra Crítica de la Razón Práctica, es la que Kant considera verdaderamente fundamental e importante en la vida de los seres humanos. Si ha comenzado respondiendo a la pregunta "¿Qué puedo saber?" se debe a que necesitaba la respuesta a ésta pregunta para responder a la que realmente le interesaba.
Kant afirma, y esto no es una conclusión sino un punto de partida, algo que da por supuesto como un hecho, que en el ser humano existe una ley moral. Esta ley moral es UNIVERSAL, válida para todo ser humano (o todo ser racional) y se expresa por medio del IMPERATIVO CATEGÓRICO (que puede formularse de varias maneras, por ejemplo: "obra de tal manera que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca como un medio" . El imperativo categórico se expresa de esta forma para que pueda ser universal, para que pueda ser aplicado por todo el mundo (y al decir que es "categórico" queremos decir que se aplica en todas las circunstancias, sin excepción), y no dice lo que hay que hacer, sino cómo hay que hacer lo que hagamos, para que así el individuo conserve su AUTONOMÍA (si el principio dijese "no matarás" no le estaría ofreciendo libertad al individuo para decidir lo que quiere hacer). Esta ley moral inscrita "a priori" en el ser humano (como "a priori" estaban escritas las categorías) y el deber que ella implica provienen de la razón. Para que el hombre sea verdaderamente moral, afirma Kant, debe hacer las cosas por deber, y no por intereses de ningún tipo (ni siquiera por amor a la humanidad), porque si lo hiciese por interés las acciones sólo serían morales en la medida en que se satisfacen esos intereses y ya no estaríamos hablando de leyes morales universales, absolutas y categóricas, sino hipotéticas y subjetivas (y, como hemos dicho, la existencia de una ley moral universal inscrita en el hombre Kant la da por supuesta, nunca la pone en cuestión).

Finalmente Kant se propone responder a su tercera gran pregunta "¿Qué me cabe esperar?". Para ello remite a los supuestos o POSTULADOS DE LA RAZÓN PRÁCTICA. Los postulados (que son la LIBERTAD, la INMORTALIDAD DEL ALMA y DIOS), son las condiciones indispensables para la existencia de la ley moral. Para que la ley moral se de efectivamente, argumenta Kant, se tienen que dar esas tres cosas. Puesto que es un hecho que la ley moral existe, necesariamente también es un hecho la existencia de la libertad, la inmortalidad y Dios. Que la libertad es una condición de posibilidad de la ley moral se ve claramente: si no fuesemos libres de decidir nuestras acciones sería absurdo plantearnos qué está bien y qué no lo está, o cuál es la moral correcta, simplemente actuaríamos como autómatas predeterminados. Sólo siendo capaces de elegir podemos optar por elegir obrar moralmente o no. La inmortalidad del alma, argumenta Kant, también es necesaria porque, dado que en esta vida finita el deber no puede ser realizado plenamente (las personas se enfrentan a muchos obstáculos y, en general, el mundon no responde a nuestros deseos) tiene que haber una vida eterna en la que el deber pueda ser cumplido en su totalidad (si sólo hubiese esta vida no habría nadie que pudiese realizar el deber completamente, por los obstáculos mencionados, pero un deber que nadie puede realizar es absurdo . Finalmente Kant también postula o supone a Dios por el siguiente motivo: está claro que actuar conforme al deber en esta vida no garantiza en absoluto la felicidad; como no tendría sentido que una vida virtuosa se quedase sin recompensa, debe existir un Ser supremo que garantice que, en última instancia, el cumplimiento del deber hará al hombre feliz. Este ser es Dios.

Resumiendo, a la vez que concluimos, hemos visto que Kant acepta los juicios científicos como garantes de verdadero conocimiento, cosa que no sucede con la metafísica, cuyas ideas deben ser "postuladas", "supuestas" por medio de argumentos racionales, pero no absolutamente probadas. ; la metafísica no es posible COMO CIENCIA. La instauración de una ética basada en la Razón permite aceptar (aunque no demostrar) la libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios.

Kant, que era un hombre enfermizo, jorobado y lleno de achaques toda su vida, que no salió de su pueblo y del que no se conoce que haya tenido una vida afectiva y emocional normal, albergaba sin enmbargo una mente prodigiosa que se deleitaba con el orden del universo que Newton había descubierto y con la constatación de la ley moral que atribuía al ser humano. A esos dos elemntos alude la frase que figura grabada en su tumba: "El cielo estrellado sobre mi, y la ley moral dentro de mí".

 
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