De su vida se sabe
muy poco. Al parecer perteneció a una familia
noble de su ciudad, quizá incluso a la realeza,
pues se cuenta que renunció al trono (aunque
pudo tratarse de otro cargo) a favor de su hermano.
En vida fue famoso por su libro "Sobre la naturaleza",
título acostumbrado entre los presocráticos,
que destaca por su dificultad, pues está formado
por sentencias breves y tajantes, de ambigua interpretación
en muchos casos. No en vano, Heráclito recibió
el sobrenombre de "el oscuro".
En su reflexión
sobre la realidad Heráclito constata, y ese es
su punto de partida, el incesante fluir y cambiar del
mundo. Todo se encuentra en constante movimiento. Esto
queda expresado en la famosa sentencia:
No es posible
bañarse dos veces en el mismo río ni
tocar dos veces una substancia mortal en el mismo
estado, a causa de la velocidad del movimiento todo
se dispersa y se recompone de nuevo, todo viene y
va.
Esta idea se ha
resumido en el lema "Todo fluye" (Panta rei).
Ahora bien, existe un principio fundamental subyacente
al cambio, un logos, un principio activo, inteligente
y creador. Este logos no supone una aniquilación
de la diversidad y de los opuestos, sino al contrario,
es lo que hace posible la oposición. Precisamente
porque la oposición no resulta conciliadora,
como puede ser en la teoría hegeliana, por ejemplo
(que es deudora en gran parte de la filosofía
de Heráclito hasta el punto de que el propio
Hegel afirmó que no había proposición
de Heráclito que él no hubiese acogido
en su lógica), precisamente porque la oposición
se mantiene, decíamos, Heráclito afirma:
La guerra
es la norma del mundo y la guerra es la común
progenitora y señora de todas las cosas.
Es de la oposición,
de la tensión entre los opuestos, como de la
tensión en las cuerdas del arco y las de la lira,
de donde surge la vida. (Crescenzo, pg. 78).
Heráclito
se vale del fuego para simbolizar a la vez la identidad
subyacente por medio de un elemento y el incesante devenir
del mundo a través de la forma siempre cambiante
de la llama, pero no se refiere a este elemento de forma
literal, en su más pura materialidad, como había
hecho Tales y Anaxímenes.
Este mundo,
que es el mismo para todos, no ha sido creado por
ninguno de los dioses ni de los hombres, sino que
fue siempre, es y será fuego eternamente vivo
que se enciende según un orden regular y se
apaga según un orden regular.
Por otra parte
Heráclito también es innovador en su reflexión
sobre el ser humano, en lo que supone el primer intento
de reflexión antropológica. Ese preciso
que "El hombre se observe a sí mismo",
"no encontrarás los confines del alma, su
razón es tanto más profunda cuanto más
te adentras en ella". La investigación sobre
el hombre revela al logos, que no es sino la ley, la
ley que lo rige todo, tanto al hombre individual como
a la colectividad. "Todas las leyes humanas se
alimentan de una única ley divina y esta domina
todo lo que quiere, es suficiente para todo y todo lo
supera."
No obstante, aunque
este logos se encuentra en todos y cada uno de nosotros,
Heráclito habla del "hombre dormido"
y el "hombre despierto" (ideas que pueden
compararse, salvando las distancias, con el "último
hombre" nietzscheano o con la "existencia
auténtica" de Heidegger, respectivamente),
siendo mayor el número de los "dormidos",
esto es, de aquellos que no prestan atención
al logos común, el vulgo, que Heráclito
desprecia: "Son muchos los de ínfima clase,
pocos los que valen", "La mayoría sólo
piensa en saciarse, como una manada de animales".
Heráclito era pues aristócrata por su
origen y también por su carácter y opiniones.
Finalmente cabe resaltar que Heráclito es consciente
de su propia filosofía (él mismo se autodenomina
"filósofo") como una filosofía
profunda, capaz de una investigación radical
de la naturaleza, a pesar de que a ésta "le
gusta ocultarse", en lugar del estéril saber
acumulativo o erudito propio de otros filósofos:
Si no esperas
no hallarás lo inesperado, que es inaccesible
y no se puede encontrar.
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